Después de los batacazos

LETRA

Después de los batacazos

Aquí voy, llanura mía, con el alma hecha pedazos,
curándole a mi alegría los dolores de un fracaso.
Lleno de melancolía, me envuelvo con el ocaso,
mientras que a la vida mía le quede un tiempo de plazo.
Voy calmando esta agonía sumándole otro guamazo.

Y más grande fue la herida cuando crucé por el paso,
que una doña se reía diciendo "allá va el payaso".
Y tanto que la quería, y ella duerme en otros brazos.
Si se consigue en la vía de mecate un buen pedazo,
puedo decir que Juan venía dando sus últimos pasos.

Se mira en la lejanía lo tenue de un candelazo,
y así mismo se veía el fogón pal' guarapasazo.
Casi despuntando el día entre caricias y abrazos,
¿por qué tanta hipocresía inmerecida de paso?
Y dejó entre la bebida sus recuerdos en retazos,
y el resto de la alcancía que dio el maíz con to' y repaso.

Enguayabao todavía, y sin saber si lo paso,
amor de mi vida, ni te odio ni te rechazo.
De repente te debía, aunque no recuerdo el caso,
al sentir una mejoría, busco una novia y me caso.
Cupido dice y confía, apuntándome un flechazo,
Juan se echó una suspendida después de los batacazos.

Hace un año y siete días que la traición me echó un lazo,
y aún me carga todavía, arrastrado a los temblonazos.
Creo que no me merecía llevar este encontronazo,
yo que un roble me creía, con el corazón zarazo,
y me eché una estremecida con el segundo hachazo.

Cuando algún samán se reía al ver crecer su reemplazo,
el carpintero avería su tronco a los picotazos.
Inocente se confía de la abeja en su regazo,
con la ramasón podría cualquier ventarrón de paso.
Ausente de su energía, se le oye el matracazo.

Yo, con el alma tendida, llorando mi fracaso,
de golpe la melodía del sauce al volar raso.
Fue la gota que temía que me derramara el vaso.
Faltó la sabiduría de Salomón en mi caso.
No tendré la maestría del rey David en sus brazos,
pero sí la valentía pa' aguantar estos porrazos.

Que Dios se encargue un buen día de vengarme a darle paso,
a un amor que pretendía que, por tenerme en sus brazos,
no iba a ver que mentían las mieles de sus ojazos.
Al sacar tu arma escondida, puse en reversa mis pasos,
con tan buena puntería me acertaste un flechazo,
partiéndome el alma mía en más de dos mil pedazos.