Biografía de Emma Shapplin
Emma Shapplin es una tejedora de sueños cuya música desafía tanto la convención como la
categorización. Romántica, misteriosa y apasionada, combina la pasión y el drama emocional de la
ópera con el encanto sensual y la inmediatez de la música pop. Sin embargo, como revela su nuevo álbum "
ETTERNA", no es ni una diva operística ni un ídolo pop, sino una artista única y visionaria cuya música procede de
algún lugar secreto en el interior de su alma.
Nacida en París en 1974, Emma recuerda que, siendo una niña, era demasiado tímida "incluso para
hacer un ruidito, así que no digamos ya para cantar", y que su familia no era especialmente musical.
Pero sus pasiones musicales salieron a la luz a los once años cuando oyó a la Reina de la Noche de
La flauta Mágica de Mozart. Fue un momento de trascendencia, aunque para su divertida vergüenza, Emma admite
que esta intoducción al mundo de la ópera y el bel canto llegó a través de un anuncio de televisión. No obstante,
así se forjó una relación a morosa de por vida: "Corrí a mi habitación e intenté cantar la melodía inmediatamente.
Entonces fue cuando me enamoré por primera vez de cantar", dice. "En ese momento supe que era así como quería
cantar. Ésa era la música que conmovía mi alma".
Poco convencida en un principio de cómo satisfacer su deseo de cantar,
no fue hasta que tuvo 14 años cuando Emma conoció a una profesora que pudo ayudarla a hacer realidad
sus sueños. "Era una anciana pequeñita, de unos 70 años, y en su día había sido una gran cantante. Se rodeaba
de velas, de gatos y de su piano y a mí me encantaba toda esta atmósfera", recuerda Emma. "Entré en contacto
con estas partituras por primera vez y leí el texto italiano, que parecía tener algo de misterioso y romántico".
También le dijo a Emma que era una soprano coloratura. "Cantar era aún para mí como jugar con una muñeca.
Ella encontró mi voz y empezó lentamente a hacerla salir".
Emma dio clases con ella durante dos años y quedó convencida de que había encon trado su objetivo
en la vida. Pero estaba también acercándose a una edad en la que sus padres estaban preocupados por las
perspectivas de una carrera y por su futuro. "No pensaban que cantar pudiera ser un trabajo como Dios manda",
recuerda Emma. "Mi padre era policía y pensaba que quizás yo debería seguir sus pasos. Mi madre era
secretaria y pensaba que ése sería un buen trabajo para mí. Entiendo por qué querían que me concentrase
en mis otros estudios. Pero para mí cantar es una afirmación de estar viva".
Continúa rindiendo tributo a su antigua profesora, pero no ha vuelto a verla desde entonces.
"Aún me siento culpable de haber puesto fin a las clases", explica. Todos los grandes cantantes te dirán
que la voz es un don y el no poder utilizar ese don es algo que hizo que Emma se sintiera vacía.
"No sabía lo que quería hacer. Pero tenía la sensación de que había hecho algo mal. Me sentía reprimida.
Si no canto, exploto", dice.
Su deseo de cantar no desapareció y pronto habría de resurgir de una manera radicalmente diferente
cuando entró a formar parte de un grupo de heavy metal. "Algunos compañeros de clase estaban formando
un grupo de rock y estaban buscando realmente un cantante masculino", recuerda Emma. "Querían alguien
que pudiera gritar, así que les dije que yo podría hacerlo". Su oferta fue aceptada y durante los dos próximos años abandonó
las escalas y los ejercicios operísticos y fumó dos paquetes de cigarrillos al día para que su voz se
volviera más áspera y adecuada para el rock.
Sin embargo, aunque disfrutaba con los gritos, empezó a añorar la música de la ópera.
Un día un amigo de su madre llevó a la joven cantante de rock a una representación de Don Giovanni de Mozart
en un teatro de ópera de París. Era la primera vez que veía una ópera sobre un escenario y quedó maravillada.
"Pensé que después de oír algo tan hermoso tenía que morirme", recuerda. "Teníamos entradas de anfiteatro
y recuerdo que quisé saltar y volar".
Emma empezó otra vez a buscar un profesor y decidió matricularse en una escuela de música. Sin embargo,
pensó que el estilo de enseñanza era frío y formal y pronto emprendió viaje con una amiga a Nueva York.
"Mientras estuve allí canté algo de rhythm & blues, que en cierto sentido tiene una fuerza semejante a la ópera. Es muy
primitivo y ha contribuido mucho al modo en que me acerco al canto en la actualidad", dice.
Cuando regresó posteriormente a Francia, volvió a retomar las clases de canto. Pero para entonces ya había
decidido que no quería dedicarse al mundo de la ópera, especialmente después de que un profesor la acusara de i
ntroducir cosas raras en su interpretación de un aria famosa. "Eso me hizo plantearme que debía encontrar mis propios
modos de expresión y utilizar mi voz para inventar algo propio y personal".
Un encuentro casual en una fiesta con el compositor y estrella del pop francés Jean-Patrick Capdvielle le dio
su oportunidad. Ya se conocían de antes pero, con una audacia de la que el la sigue asombrándose, le pidió
que escribiera un álbum para ella: "Pero yo no soy Verdi", le dijo él. "Y yo no soy una verdadera cantante de
ópera, así que deberíamos hacer algo juntos", contestó ella.
Su audacia claramente dejó huella en él porque, una semana más tarde, la llamó por teléfono y empezaron
a trabajar juntos. "Llegó ese momento perfecto en el que era del todo evidente que la cosa iba a funcionar",
dice Emma. Lo cierto es que funcionó tan bien que el álbum resultante, Carmine Meo, publicado en 1997, ha
vendido ya más de dos millones de copias. El álbum se encaramó a lo más alto de las listas de discos francesas,
vendiendo 100.000 copias en sus primeros tres meses y haciendo que Emma consiguiera el primero de sus
numerosos discos de oro. El éxito llegaría poco después en el mercado internacional, ya que Carmine Meo
ascendió a lo más alto de las listas en todo el mundo, a menudo rebasando a álbumes de artistas como
Céline Dion y Madonna.
Pero, mientras que la mayor pa rte de la música para Carmine Meo fue escrita por Capdvielle,
Emma estaba decidida a escribir su propio material para su segundo álbum. Firmó con un nuevo sello,
Ark 21, y empezó a buscar un nuevo colaborador musical. Miles Copeland, el director de la nueva compañía,
le recomendó a Graeme Revell, un compositor cuya obra había aparecido en la banda sonora de la película El planeta rojo.
El nuevo álbum fue creado amorosa y meticulosamente durante mucho tiempo, de modo que no hay
una sola nota o palabra que estén fuera de lugar. Lleno de introspección poética y de sorprendentes imágenes,
todas las letras de las canciones fueron escritas por Emma, que contribuyó también sustancialmente a la
música y los arreglos; cada canción presenta un carácter diferente creado gracias a su vívida imaginación para
expresar una emoción o una idea diferentes. Ricamente evocadores, hay casi un elemento visual en los retratos
sonoros de Emma: "Me gusta pensar en ella como música que puedes mirar", dice. L o cierto es que concibió
"ETTERNA" no simplemente como un álbum de música sino como parte de una experiencia audiovisual en
la que el diseño gráfico, los vídeos (que idea ella misma), su propio cuerpo y su vestuario e incluso los
efectos de luz en sus apariciones escénicas así como la concepción de las fotografías constituyen una parte esencial.
También tomó la sorprendente decisión de escribir y cantar las canciones en italiano, un idioma que
no elige para hablar. Y, lo que es incluso más llamativo, optó no por el idioma tal y como se habla hoy,
sino por el italiano antiguo y poético del siglo XIV de escritores como Dante y Boccaccio. "Quería algo
que tuviera un carácter intemporal, onírico", explica. "Cantar en un idioma cotidiano
habría roto el hechizo. Quería que el disco siguiera siendo como un sueño".
"ETTERNA" es un álbum de un perfecto equilibrio y una elegancia natural.
Fuente: Enigmatico a través de Musica.com