Diamanda Galas

Biografía de Diamanda Galas

Diamanda Galás es una destacada cantante de ópera, artista, compositora y pianista. Nació el 29 de agosto de 1955 en San Diego, California. Su familia es de origen griego.

Usa frecuentemente nuevos estilos de cantar, con gemidos, gritos y glosas que le han dado un estilo especial de cantar. Se ha comparado frecuentemente con Maria Callas.
Mujer contradictoria, enigmática, versátil compositora y artista, cuya excepcional voz tiene una riqueza de matices y registros pocas veces encontrada en el mundo de la música alternativa. Diamanda ha sido descrita por John Gill en «Time Out London» con estas palabras: «Puta, santa, demonio, amante, loca o ángel, no hay otra voz en el rock, el jazz o la vanguardia musical con su violencia, con su abrasadora pasión y pura fuerza elemental».

Diamanda, mujer fatal, posee una energía aparentemente inextinguible que transmite a todas sus obras, sus provocativas apariciones en público y su descarado desparpajo -no por ello menos teñido de seriedad en las distintas entrevistas que ha concedido a lo largo de su dilatada carrera. Acusada de blasfema, obsesionada con el vampirismo, ardiente defensora y portavoz de los seropositivos, su inconformismo y su tremenda fuerza interior la han llevado a explorar todas las posibilidades de expresión artística comprometida con los grupos marginales de nuestra sociedad, a expresar su rebeldía y su particular concepción del arte en una atmósfera siniestra, oscura, no siempre comprendida por el gran público.

Sobre su cultura de origen, la artista comenta su dureza, su fama de ser tierra de «vendettas», una cultura donde domina el poder masculino, y que es este rasgo, el masculino, el que ella desarrolla en sus actuaciones. Otro rasgo que destaca de su cultura de origen es el materialismo, motivo por el cual su familia no comprende el estilo de vida agitanado que Diamanda adoptaría, siempre de gira, moviéndose de un lado a otro, sin ahorrar para el futuro.

Su padre, profesor de mitología griega, tocaba el bajo y el trombón en una orquesta de jazz, y la iniciaría en la música (especialmente la música tradicional griega y árabe), ya que solía tocar con él. En aquel entonces Diamanda se dedicaba al piano, no a cantar, pues según su padre, «sólo los idiotas y las putas son cantantes.» Por ello no estudiaría ópera hasta mucho más tarde, debido a la absoluta actitud de rechazo que su padre tenía hacia las cantantes de ópera en especial. Sin embargo, a Diamanda no le faltó una extensa formación musical. Dadas sus innatas cualidades musicales, pronto se licencia en la carrera de Música, y a los catorce años se convierte en concertista de la Orquesta Sinfónica de San Diego.

Además, estudia las artes escénicas en la Universidad de California. Posteriormente se interesa por el blues y el free jazz. Del piano pasa a los teclados. Sin embargo aún tardaría en descubrir su voz. No fue sino hasta 1974, cuando se dedicaba a cosas que nada tenían que ver con la música, en una época en que Diamanda se cuestionaba todo lo que había hecho anteriormente.

Solía cantar mientras trabajaba en la calle, con un grupo de travestis en Oakland, y fue entonces cuando empezó a interesarse por sus facultades vocales. Sus primeros pasos en esta dirección la llevarían al Gospel, y posteriormente a una exploración más profunda de esta faceta vocal en diversos campos. Galas empezó actuando en hospitales para enfermos mentales y sanatorios en San Diego entre 1975 y 1977, fecha en que lo dejó, ya que no se considera una terapeuta. Sin embargo la experiencia le resultaría interesante. Fue allí donde desarrollaría su técnica vocal, rompiendo con las normas preestablecidas de la música, utilizando la voz como respuesta visceral del cuerpo y expresión anímica por excelencia.

ACTIVISTA COMPROMETIDA

Cuando su hermano Philip Dimitri Galas (1954-1986), ya entonces un famoso libretista y productor teatral, se contagia de SIDA, Diamanda se siente muy afectada, ya que ambos estaban muy unidos. Un brillante guionista teatral y actor, cuyo trabajo venía financiado a través de Galas Exotic Cards, negocio que emprendiera en San Francisco en 1978, inspiraría a Diamanda en su adolescencia. Fue él quien la llevó a pasar del free jazz a la música de cabaret, a interesarse por las obras de Nietzsche, Antonin Artaud, Gerard Nerval Artaud, Gore Vidal, Baudelaire, y Lautreamont, entre otros, y con quien compartiría su afición a Edgar Allan Poe. Estas lecturas influirían, cómo no, su trabajo.

Desde 1983 Diamanda ha emprendido una cruzada en pro de los enfermos de SIDA, y no necesariamente debido a la enfermedad de su hermano, según ella misma afirma, pues ya dos años antes de que a Philip se le diagnosticara el virus, ella era una ferviente activista en este campo. Su preocupación real por este marginado colectivo viene plasmada en su trilogía The Plague Mass («Misa de la Plaga»), un polémico oratorio-denuncia. Mucha gente de los círculos artísticos la presionaron en contra de su proyecto. Pese a ello, la artista continuó trabajando en su trilogía en Londres, sin importarle que la consideraran un bicho raro.

Diamanda niega que este trabajo refleje un sentimentalismo sensiblero como el que algunos, según ella, «misóginos», le achacan, trivializando su mensaje. Pese a ser seronegativa, Diamanda se ha involucrado plenamente en la causa de los seropositivos, no de boquilla, sino trabajando realmente codo a codo con ellos. Dedica su tiempo a los pacientes de SIDA abandonados por sus familias. Y se esfuerza sin descanso por conseguir un adecuado desarrollo de la investigación en la enfermedad y las mejoras legislativas para proteger a este colectivo. Aun así, en ocasiones se ha visto rechazada por algunos enfermos, tal vez por el tono agresivo que adopta en su actuación, a veces interpretado como provocación más que como una denuncia. No es de extrañar que haya chocado incluso a algunos de los afectados por el virus. No obstante, Diamanda señala que su intención no es terapéutica sino artística. Pese a su interés en el tema, no hay que confundir los términos. Ello no obsta para que su preocupación por los enfermos de SIDA sea real y auténtica.

Cierto, quien no tiene el virus difícilmente puede comprender lo que sienten realmente los enfermos, pero Diamanda cree en el poder de la empatía, en la capacidad humana de contribuir a este colectivo. Y por ello no limita su interés a los seropositivos, sino que su simpatía se extiende a otros colectivos. En sus trabajos la artista explora el mundo de la esquizofrenia, la afasia, la demencia, visualizando tales comportamientos como una reacción casi racional a situaciones de aislamiento extremo, intolerables e incluso irracionales, en términos de una catarsis personal. Diamanda entiende de tal aislamiento, ya que así lo vivió en su infancia, y aun hoy suele buscar la soledad con frecuencia. Tras sufrir durante cuatro años de una hepatitis crónica (Hepatitis C), también comprende perfectamente el desánimo que afecta a todo colectivo de enfermos - sea de SIDA, hepatitis, ciertos tipos de cáncer o cualquier otra enfermedad considerada incurable, y denuncia la tendencia del estamento médico a negarse a colaborar con el paciente para encontrar tratamientos adecuados, o su renuencia a admitir su ignorancia repecto a éstos. Para ella, lo más peligroso respecto a la epidemia de SIDA es la manera en que se nos condiciona a pensar en la enfermedad, como algo que de modo inevitable lleva a la muerte. Cree inadecuados los tratamientos con alfa-interferón o medicinas placebo, cuando lo que sería de esperar es que los médicos trabajaran conjuntamente con el paciente en hallar el modo de estimular el sistema inmunológico mediante terapias combinadas, aunque sean experimentales, en vez de rechazar tales iniciativas, por no mencionar las terapias alternativas, de modo que si a uno le diagnostican alguno de estos virus, lo único que le queda al enfermo es ir preparando su funeral. Lo que más le molesta es la actitud de la sociedad ante epidemias como el SIDA, pues ante el temor a contagiarse margina y desprecia a todo un colectivo, trivializando de un modo cobarde lo que debería afectarnos a todos. Para ella tal actitud no es sino una señal de desorden mental social, propio de los que conciben de modo simplón el mundo. La desinformación que causa este aislamiento y confusión se encuentran también en la investigación en el campo de las enfermedades mentales, y tanto los enfermos de SIDA como los pacientes que sufren desórdenes mentales se encuentran impotentes y desamparados ante la sociedad en general; y si comentan cualquier cosa sobre sus enfermedades se les suele considerar sospechosos, cuando no indeseables.

EL LADO OSCURO DEL ARTE

Además de representar a los seropositivos y enfermos mentales, Diamanda también denuncia las situaciones que llevan a la muerte a muchos inocentes. La separación y la muerte son temas que explora en sus obras con la misma pasión con que ha explorado otras situaciones desde que iniciara su carrera. En su segundo trabajo, llamado Diamanda Galas, publicado en 1984 bajo el sello Metalanguage Records, tan solo hay dos temas, el primero de los cuales es «Tragouthia apo to Aima Exoun Fonos» («Cántico de la Sangre de los Reclusos Asesinados»): esta angustiosa pieza trata de la tortura de los prisioneros políticos por la Junta griega; y el segundo, «Panoptikon», («Muchos Ojos»), refleja modelos de claustrofobia y paranoia. Su trabajo siempre se relaciona con una persona en situación de aislamiento forzoso, ya sea éste impuesto desde fuera, o desde dentro, desde la perspectiva bioquímica o social, causada por la esquizofrenia o no. Gran parte de sus obras se centran en el lado oscuro de la persona. Según afirma, el hecho de ser conscientes de este lado oscuro de la psique nos capacita para afrontar las dificultades y golpes de la vida. Por ejemplo, en sus dos últimos años de vida, su hermano Philip, lejos de amilanarse, trabajó duramente con el fin de ver completada su obra, con la ilusión de que ésta le sobreviviera.

En su obra Insekta, la artista trabaja el tema del aislamiento una vez más, con un tratamiento vocal que revela el punto de vista desde ambos lados de la jaula de la soledad forzosa del individuo. En su actuación en el Lincoln Center, la jaula cuelga del techo. Se trata de una torturada pieza sobre el trato que reciben ciertas comunidades anónimas, como son las personas encerradas en instituciones mentales cuyos familiares no pueden o no desean salvarles. Insekta da voz a las situaciones en que los pacientes son violados y/o maltratados en medio de la noche. Para estas personas, la única libertad es la de sus pensamientos.

En Vena Cava la artista trata de nuevo el tema de una persona que se encuentra en una situación de aislamiento, en una especie de confinamiento en solitario. En ella las vocalizaciones son más sutiles que en su trilogía, el texto refleja una mayor introversión, y la voz conlleva una mayor dosis de consciencia, siendo más internalizada que en la Plague Mass. Esta obra, considerada satánica por algunos, le supuso a Diamanda Galas ver vetado su trabajo, tanto por parte de la Iglesia como por parte de los defensores de la eutanasia en la versión en cinta magnética de Final Exit, por lo que no pudo incluir todo el material que había preparado para Vena Cava tal como era su deseo.

UNA VOZ, MUCHOS GENEROS

Diamanda no se ha limitado a un solo género musical, sino que los ha explorado todos: ha cantado música de Puerto Rico, Salsa, música cubana, blues e incluso flamenco. Su fuerza en el escenario y su versatilidad en el aspecto musical atraen la atención de los compositores Pierre Boulez, Iannis Xenakis y Vinko Globokar, por citar algunos. Este último la invita a intervenir en su obra Un jour comme un autre. Diamanda tambien colabora con Test Department, Einsturzende Neubaten, Nick Cave, D. Thomas, y Henry, entre otros.

Asimismo ha actuado en clubs punk como Club Lingerie en Los Angeles, y en otro tipo de clubs, por ejemplo, el I-beam, Club Nine y Danceteria en la ciudad de Nueva York. Pocos artistas pueden alegar una gama tan variada de actividades. Su introdución en el mundo de las Nuevas Músicas vino de la mano de sus propias improvisaciones, aunque no niega la influencia que en ella tuvo John Coltrane.

En el desarrollo de su voz Diamanda reconoce haber recibido una cierta influencia de Cecil Taylor, Sun Ra, o Artaud, aunque para ella tales influencias sólo tienen un carácter marginal. Pese a haber realizado un Master en música, Galas se autoconsideraba una especie de proscrita de los niveles academicistas normales, por lo que terminó abandonando la institución académica, al considerar que ésta no le permitía desarrollar su creatividad libremente. Diamanda tratará de sacarle el máximo partido a su voz, comparable a la de Meredith Monk, Joan LaBarbara, María Callas o Fatima Miranda, por no mencionar a Cathy Berberian, virtuosa de la voz de vanguardia, cuyos experimentos vocales servirían de inspiración a Diamanda, a la vez que ésta supera dicho virtuosismo al desarrollar nuevas técnicas vocales propias en las que tan pronto sobrepone episodios y grupos vocales añadiendo significado musical al conjunto, bien en cortos movimientos o bien en un flujo ininterrumpido de voz, como improvisa nuevos efectos vocales, siempre de modo innovador y jamás adaptándose a las tradiciones vocales reiterativas del método clásico de la elaboración temática convencional, ni tampoco conforme al método minimalista de Philip Glass o modular de Steve Reich, de modo que la artista parece enfatizar más bien la discontinuidad vocal que la continuidad.

Además, su tratamiento del texto oral en sus composiciones, sigue una pauta irregular en que el texto va desintegrándose, distorsionándose, de modo que el lenguaje no es tanto un vehículo que transmita información de por sí sino más bien una presencia sónica críptica y poderosa, en la que el énfasis entre lo puramente musical y lo oral va cambiando de punto de mira, en una especie de collage sonoro con significado aural cambiante e innovador, todo ello sintetizado en una serie de sutiles metamorfosis que varían en cada actuación.

Diamanda ha estado trabajando durante largos años con su profesor de bel canto, Frank Kelly, llegando a alcanzar tres octavas y media perfectamente bien. Su compenetración con el medio electrónico le permite controlar su actuación en todo momento. Para ella el escenario es sagrado y ello le exige dar lo mejor de sí misma en cada ocasión. Por esta razón suele cuidar la puesta en escena hasta en sus más ínfimos detalles, como son los juegos de luces, las cuestiones técnicas en el aspecto electrónico, la producción de cintas magnéticas, es decir, todo. Le gusta controlar todos y cada uno de los aspectos de sus actuaciones con el fin de garantizar la máxima profesionalidad posible. Diamanda cree que actuar no es experimentar ni buscar una catarsis, sino un sacrificio y una entrega de su arte que exige una muy cuidada preparación. Sus trabajos reflejan una atmósfera siniestra, diabólica, oscura e inquietante. En su afán de explorar todos los campos musicales, produce diversos espectáculos en que incluye unas tétricas puestas en escena y sonidos electrónicos perturbadores, a veces inspirados en un sombrío romanticismo casi hipnótico que transmite dolor, angustia, terror, impotencia o desesperación. Sus trabajos incluyen el uso de distintos idiomas, como son el inglés, francés, su griego natal o el italiano, e incluso llega a crear enigmáticos lenguages utilizando para ello complicadas onomatopeyas y timbres de voz distorsionados. Este último aspecto se ve reflejado en sus actuaciones en producciones de cine de terror, la más notable de las cuales es el Drácula de Coppola, donde encarna a una de las novias del vampiro, al tiempo que participa con su voz en la banda sonora, contribuyendo a la atmósfera de terror con su particular interpretación de las voces de ultratumba. Galas siempre se ha sentido fascinada por el tema de los vampiros, pero ni ella misma sabe la razón de tal fascinación. Una de las vampiras que más la ha inspirado, por ejemplo, para actuar en esta película, fue precisamente la figura de la condesa Bathory, famosa vampiresa lesbiana que, con una edad de quinientos años, solía seducir a jóvenes doncellas vírgenes para rejuvenecer bebiendo su sangre.

PARTITURAS CINEMATICAS

Respecto al modo como Galas hace su música, la artista explica que sus partituras son como notas de cine. Pese a que no recibió una formación adecuada como compositora, es perfectamente capaz de leer música, y le molestan los músicos que alardean de no hacerlo. Aunque no sepa muy bien escribir música, pues se centró en la actuación experimental, y en especial, dada la circunstancia de que lo que hace es tan extraño, tan rápidamente cambiante, considera que sería muy difícil escribir sus creaciones con la notación convencional. En ocasiones sí lo ha hecho para algunas personas, pero no lo considera esencial. Prefiere escribir su música a su manera, anotando la modulación y manipulación espacial, el timbre que usa en cada momento, el aspecto lingüístico a destacar en cada modulación, el tono y alcance del mismo, algunos símbolos para señalar los enlaces vocales, silencios, pausas, reverberación, incluso la iluminación en cada actuación, la electrónica, todo, más como si se tratase de una obra de teatro o un guión cinenatográfico que una partitura convencional. Su particular forma de entender la notación musical es cinemática, más parecida a la poesía, e incluye todos los aspectos vocales, gestuales, técnicos y dramáticos que sus complejas puestas en escena exigen.
Diamanda se ve a sí misma como una especie de actriz o intérprete electroacústica, pues utiliza su voz con cuatro o cinco micrófonos, dos unidades de delay, a veces dos armonizadores, ecualización estéreo selectiva para ciertos fragmentos, etc. Es decir, su voz se convierte así en un nuevo instrumento que forma parte de un todo electrónico. De tal modo que no es una simple voz que suena con instrumentos electrónicos sino que ésta se convierte en voz electrónica de un modo literal. Diamanda Galas pone un gran énfasis en distinguir entre las cualidades acústicas y electrónicas de su voz. Para ella, sus tres octavas y media de registro vocal en las que se ha entrenado, son la parte acústica de su repertorio, mientras que lo electroacústico es la interface que establece entre las posibilidades ofrecidas por la voz humana, los efectos extraños de sonido que ofrece el medio electrónico en la manipulación de esta voz mediante líneas de delay, o procesamiento analógico o digital, el procesamiento de cada señal. Diamanda da como ejemplo la producción de un sonido vocal cualquiera procesado con un delay de, por ejemplo, 250 milisegundos que lo convierte en un coro, en que el nuevo instrumento es producido vocalmente, transformando toda la habitación en instrumento a su vez, ya que la resonancia de esta voz cambia con todo el equipo, al crear el soporte electrónico una nueva sonoridad. La diferencia equivaldría a la existente entre una guitarra acústica y otra eléctrica. En su particular versión, su «guitarra» son sus cuerdas vocales, y no es fácil conseguir estos efectos con su voz por este motivo.

ALBUMES POLEMICOS

La producción discográfica de Diamanda es tan ecléctica como sus espectaculares actuaciones en directo. Su primera obra, publicada en 1982, fue Litanies of Satan, obra en la que colabora Dave Hunt, una de cuyas composiciones es una adaptacion de la obra de Charles Baudelaire, los Poemas de la Revuelta, y más concretamente su poema Les Litanies de Satan, dedicado a los que por causa de la opresión por parte del gobierno son condenados al aislamiento y alienación social. Este álbum incluye cinta magnética, voces y tratamientos electrónicos. El segundo y último tema, «Wild Women With Steak Knives», expresa sórdidas relaciones humanas y espirituales con su versátil voz. Diamanda comenta que a raíz de esta obra, sus conciertos se vieron cancelados por la presión social de grupos moralistas diversos. Este álbum sin duda contribuiría a que se la considerase una satanista, impía y blasfema. De su segundo disco, Diamanda Galas (1984), ya hemos hablado antes.

Otra obra de esta carismática y polémica artista que podemos citar es por ejemplo, The Singer, un trabajo en el que la artista agrupa una serie de viejos blues, escritos por Willie Dixon, M. Bloomfleid, Jay Hawkins y Roy Acuff. En este álbum Diamanda incluye además algunos arreglos de temas más o menos tradicionales realizados por ella misma, acompañados de su piano o de su órgano Hammond. En este álbum, sólo el último tema, «Judgement Day», fue compuesto por Galas.

Les Yeux Sans Sang es otra obra compuesta por esta artista, desarrollada a partir de su obra Wild Women With Steak Knives, y estrenada en 1984 en el Horizon’s Festival de la Filarmónica de Nueva York.

LA «MISA DE LA PLAGA»

Pero es sin lugar a dudas su trilogía The Masque of the Red Death, a la que se refiere con el título genérico de Plague Mass, su obra cumbre por excelencia. Plague Mass viene a ser un oratorio en el que, según explica el New York Times, la autora «denuncia con dureza a la gente que considera el SIDA un castigo divino», y el Observer lo califica de «la más profunda contribución musical que jamás se hizo en apoyo de la comunidad de enfermos de SIDA». En esta obra la autora refleja sus ideas a través de un individuo que se convierte en el portavoz de grupos de gente marginada, muchos de los cuales ya no pueden hablar por sí mismos, en el contexto de la sociedad. Asimismo implica al individuo que se opone a otros grupos sociales. En la Plague Mass los temas vienen a ser declamados más que cantados. Diamanda utiliza aquí los Salmos bíblicos y el Levítico, el conjunto de textos de la ley mosaica en que se detallan los procedimientos a seguir en caso de cuarentena, al modo tradicional en que los clérigos suelen referirse a la homosexualidad, y los rituales en demanda de protección de la divinidad. Por ejemplo, en el salmo 88, se inicia el ritual con la frase. «Oh, Señor, Dios de mis salvación, he clamado día y noche ante tí… Inclina tu oído a mi súplica». The Masque Of The Red Death, directamente inspirada por la obra homónima de Poe, aunque también contiene temas basados en muchas otras fuentes, y relacionada con una multitud de convicciones, consiste en tres álbumes, al cual se le añadiría posteriormente una cuarta entrega, cada uno de los cuales refleja una perspectiva distinta de la crisis del SIDA. Esta trilogía más su conclusión constituyen pues, la Misa de la Plaga, un documento musical de la epidemia en nuestros días. La primera parte de esta saga sería la presentada al festival Ars Electronica en 1986, actuación desarrollada en los astilleros de Linz en Austria, el escenario ideal para tan ambiciosa obra, en la que la misma autora interpreta todos y cada uno de los instrumentos utilizados, además de las voces pregrabadas y voz en directo.

The Divine Punishment («El Castigo Divino»), inicio de esta Misa, dedicada a Tom Hopkins (muerto en 1985), se basa en textos extraídos del Antiguo Testamento, e incluye dos piezas al estilo de sendas suites: «Deliver Me from Mine Enemies» («Libérame de mis enemigos»), pieza en que las voces denuncian pulsantes al tiempo que una nebulosa orden, «This Is The Law of the Plague» («Esta es la ley de la plaga»), contribuye a crear una atmósfera ominosa y terrible: «Y el sacerdote buscará la plaga en un bulto, y una pústula, y una mancha brillante. Y el sacerdote encerrará a aquél que tenga la plaga. Y los llevará a un lugar impuro. El los separará en su impureza. Esta es la ley de la plaga: enseñar lo que es puro y lo que es impuro». A continuación la víctima clama con los salmos 59, 22 y 88: «¿Por qué me has abandonado?», tal como hiciera Jesús más tarde en el Calvario. A esta angustiada pregunta le sigue una súplica, «Libérame de mis enemigos, Oh, Dios mío», terminando con la no menos angustiosa pregunta, «¿Mostrarás tus maravillas a los muertos?», una lúgubre imploración de los condenados. Al mismo tiempo se oyen resonar onomatopeyas asfixiantes, ecos de leyendas de la antigua Grecia, torturados lamentos, voces que parecen proceder de fuegos fatuos, chirridos como de puertas vocalmente logrados, aterradores sonidos que recuerdan bestias reptantes ascendiendo a la superficie procedentes de un amargo abismo… Diamanda define esta entrega como una geografía de la mentalidad de la plaga. Para ella son las voces maldicientes de los acusadores las que condenan a las víctimas de la enfermedad como «impuros». En este segmento la artista recita partes del Levítico, concretamente un texto que juzga sin compasión a los afligidos por el mal. El Dios del Antiguo Testamento no ofrece redención ni salvación alguna. La Peste es el Castigo Divino, entendido en los mismos términos que defienden los evangelistas actuales. Diamanda sostiene que el Dios de esos acusadores homófobos es un Dios maligno, traidor, y en este sentido la actriz se pone de parte de los que se rebelan contra tal Dios. Si ello la sitúa en el bando de Satán, bien está. Tomando el punto de vista de Milton en Paradise Lost («El Paraíso Perdido»), «es mejor reinar en el Infierno que servir en el Cielo». Por supuesto, tales ideas conllevaron que se la tachase de blasfema, satánica y bruja. Galas se siente orgullosa de ello, ya que las brujas no eran sino personas que en su día rehusaron alinearse con los poderes religiosos del momento, siendo ejecutadas por pensar de modo independiente. En este álbum, con la segunda suite, «Free among the Dead» («Libre entre los muertos»), una pieza que contiene complejos arreglos vocales e inflexiones al estilo blues, Diamanda le da la vuelta al antiguo Dios vengador y recita textos de los Salmos y Lamentaciones a un emergente Dios compasivo: «Líbrame de mis enemigos, Señor. Los poderosos se han unido contra mí». Este fragmento desmiente las acusaciones de satanismo, ya que el rebelarse contra el Dios de los acusadores no implica tal cosa. El mismo Jesucristo, Hijo de Dios, señala la artista, se rebeló contra el viejo orden. La conclusión, «Sono L’Antichristo,» («Soy el Anticristo») es un auténtico revulsivo escrito por la misma Galas. En ella el condenado abraza términos reprobatorios y los arroja a la cara de sus jueces: «Soy el Azote Divino, soy el Sagrado Idiota. Soy la Mierda de Dios. Soy el Desecho de Dios. Soy la Señal. Soy la Plaga. Soy el Anticristo.» En italiano, tal como Diamanda canta esta Letanía, la palabra para la plaga (pestilenza) conlleva una mayor carga semántica aún. El órgano suena cada vez con más fuerza en un crescendo cacofónico incorporando sonidos como los de una serpiente cascabel, y la voz de la artista pone los pelos de punta. El oyente experimenta puro nervio, una aflicción y desafío que le llegan a lo más hondo del alma, en una inquietante y aterradora atmósfera, desgarradora, apocalíptica, visceral. Este trabajo fue merecidamente premiado en el festival Ars Electronica celebrado en Linz, Austria, en 1986.
En la segunda parte de esta compleja trilogía, Saint Of The Pit (Santo Del Abismo», 1986) Diamanda habla por boca de los que, como Cristo, fueron crucificados por sus creencias. Diamanda da aquí voz a los afligidos por esta muerte lenta, agonizante. Junto a sus propios textos, incluye otros de la escuela simbolista francesa, de poetas del siglo XIX, tales como Baudelaire, Corbiere y Nerval, al ritmo insistente e insidioso de los cánticos gregorianos. La inclusión de estos poemas puede responder a un rasgo sentimental por parte de la artista, ya que según ella misma dice, su hermano le dio su libro favorito de poesía francesa en su lecho de muerte. Para Diamanda no hay mejor homenaje a su memoria y a la de los martirizados como él, que el incluir estos poemas en su obra. No en vano ve Diamanda a las víctimas de la plaga del SIDA como santos actuales abandonados por una sociedad cruel y carente de la más mínima compasión. El álbum pasa del punto de vista externo propio de la comunidad al estado mental interno de la víctima. La obra se abre con una ominosa introducción, «La Treiziemen Revient,» un solo de órgano Hammond. En este momento tiene lugar una transformación espiritual, en que el dolor purga el alma, reflejándose ello en una octava arquetípica, donde la intensa ira impotente se diluye. A esta pieza le sigue «Deliver Me,» («Líbrame») en un solo vibrante, como un lamento propio de la música del Oriente Medio tan angustioso que mueve al oyente en lo más profundo de su alma. Los gemidos de la cantante semejan flechas ardientes dirigidas hacia lo más profundo de la esencia humana. La última sección de esta parte, cantada en francés, es un poema de Baudelaire, que empieza: «No más ira, no más rencor: Os derrotaré como los carniceros cayeron ante el hacha. Como Moisés golpeó la roca en Horeb, así os haré llorar». El final no es menos expresivo: «Soy el vampiro de mis propias venas, uno de los de aquella gran horda perdida condenada por el resto de los tiempos, y más allá, para reir - pero no sonreir jamás - «. La segunda parte de este álbum se inicia con un tema griego, homenaje a su hermano, en que la cantante explora su yo interior, medita sobre su situación, y refleja un profundo sentimiento de tristeza. Este tema, «L’heautontimoroumenos», contiene sugestivas voces con una extraña carga de erotismo, de oscura naturaleza, y retoma el poema de Baudelaire adaptado con modulaciones posesas y obsesivas, en un surrealista diálogo entre niños y brujas, al tiempo que apunta a una respuesta arquetípica: la nobleza de aceptar el propio destino, aún desde el abismo del sufrimiento. La artista nos regala con una versión operística tradicional del poema de Nerval, «Artemis», con el que desarrolla sus atormentadas metáforas, donde el alma se autoevalúa en una profunda introspección, llegando a la renuncia, e incluso a la excomunión. El tema concluye con el poema de Corbiere, «Cris D’Aveugle» («EL Lamento del Ciego»), en que un sostenido alarido que recuerda el de los murciélagos, gradualmente da paso a una cacofonía de voces que ahoga el «Deus Misericors» del coro: se oye la voz cascada de una persona anciana, una inocente voz infantil susurrante, murmullos apenas audibles mezclados con chirridos, arias que resuenan de cerca y de lejos, quejidos y aullidos, gruñidos y gemidos, susurros ultraterrenos que recuerdan el aire que escapa de una rueda pinchada o tal vez de un globo, suspiros agónicos… Parece como si todos los monstruos del abismo infernal hubiesen cobrado voz propia. Cuando el oyente está al límite de su resistencia, se produce una pausa y se oye el texto final: «Perdón por rogar tanto, Señor, si es mi destino que mis dos ojos ardan en las fuentes del agua sagrada. El Diablo tiene sus dedos dentro. Perdona por clamar en voz alta, Señor, contra el destino. Oigo el viento del norte que ruge cual un cuerno de caza. Es la llamada de caza para matar a los muertos. Ya ladro bastante yo solo, oigo el viento del norte, oigo el cuerno de caza».

En su tercera parte de esta compleja trilogía, Diamanda utiliza la música de Swing Low Sweet Chariot para introducir una escalofriante llamada ante la muerte acechante. Asimismo aprovecha una parte de la Misa de Gloria en la pieza «Double-Barrel Prayer», cuyo agresivo ritmo transforma la obra en una extraña misa contemporánea, vitalista y desafiante. Otros dos salmos tradicionales se incluyen aquí, el gospel-blues «Let Me People Go» («Dales Libertad») y «The Lord Is My Shepherd» («El Señor es Mi Pastor»), en cuya interpretación la voz de la artista adquiere una cualidad enfermiza, inquietante, agónica, como al límite de sus fuerzas. Con «You Must be Certain of the Devil» («Debes estar seguro del Demonio»), Diamanda termina de un modo abrupto con su solemne lamentación y lanza una ardiente llamada a las armas, a que los condenados se defiendan. «Es esencial pasar a la acción directa», exclama la artista, «Morir o matar. Sé que no es «políticamente correcto» abogar por el uso de las armas, pero estamos hablando de supervivencia». Diamanda exhibe un revolver de calibre 38 en la cubierta del álbum. Ahora el Diablo es el enemigo. Y se trata nada menos que de esos piadosos cristianos y oficiales del gobierno homófobos cuyas políticas respecto al SIDA han declarado la guerra a la comunidad homosexual. Diamanda recurre a la tradición espartana de su herencia griega según la cual las mujeres transforman su duelo en un juramento de venganza por sus muertos, puñales en mano. Si bien el texto es ciertamente más belicoso que las anteriores entregas, desde un punto de vista musical este álbum es el más accesible, tal vez debido a que posee un caracter más rítmico, con un aspecto de Diamanda más sarcástico y crítico.

Posteriormente Diamanda añade otra entrega a la Misa de la Plaga, llamada There Are No More Tickets to the Funeral («Ya no hay más entradas para el funeral»). La versión definitiva de la Plague Mass se estrenaría los días 12 y 13 de Octubre de 1990 en la impresionante catedral Episcopal de St. John the Divine, en Manhattan, Nueva York. Según Diamanda Galas se trató de una misa solemne para los desheredados en una iglesia que demostró lo que es la auténtica compasión. Tal acontecimiento fue grabado, por supuesto, y la música ha sido publicada bajo el sello Mute Records. Como siempre, la artista recurre a su amplia gama de recursos musicales y su aguda inteligencia. Se nota su formación pianística clásica, y sus habilidades vocales dignas de los mejores cantantes de ópera del mundo convierten su interpretación en algo memorable sin lugar a dudas. Y por su contenido, al igual que todas sus otras obras, la Misa no deja de ser un revulsivo para la sociedad en general, por su controvertida crítica y su innegable carga que denuncia lo evidente. Pese a las presiones recibidas para renunciar a su proyecto, o al menos suavizarlo, Diamanda no tiene pelos en la lengua y llama a las cosas por su nombre. Lo cual le ha valido ser acusada de blasfema una vez más, especialmente cuando presentó esta obra en Italia, cerca de Florencia. Dado que diversas partes de la Misa se cantan en italiano, se percibió como una misa sacrílega. Si bien la actriz fue aclamada por sus partidarios, mayoritariamente al tanto de la obra gracias a una revista gay (Babilonia), los representantes del ayuntamiento, presentes en el estreno, se sintieron horrorizados ante tamaña desfachatez. La comunidad aburguesada se consideró ofendida y ultrajada, y los medios de comunicación del momento la calificaron de «voz, sexo y sacrilegio», con titulares como «Furiosa polémica rodea a la artista maldita», «Diamanda, Ida y Vuelta al Infierno», etc. Los políticos del partido demócrata cristiano estaban furiosos, y durante semanas ...

Fuente: AmAnTe dE lA EtErNa sOlEdAd a través de Musica.com

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