Biografía de Potito
Antonio Vargas, de nombre artístico Potito, nació en Sevilla hace 30 años y pertenece a una familia de tradición flamenca. Desde pequeño pudo ver a los grandes del momento en primera persona (Camarón, El Lebrijano, etc.). Fue descubierto como artista, digamos oficialmente, por Pepe de Lucía, quien, acompañado por Camarón y Curro Romero, lo escuchó cantar en una caseta de feria y le firmó, in situ y sobre una servilleta, el que sería el contrato para su primer disco, que grabó con ¡catorce! años, y con el que inició una carrera discográfica de hasta 6 discos como solista en total (uno de ellos recopilatorio) hasta la fecha. Ahí es nada. Treinta años, en concreto.
Ha cantado regularmente para Tomatito y para Paco De Lucía (disco Zyryab, sin ir más lejos), lo que ya nos da pistas sobre su cercanía artística, y personal, para con Camarón de La Isla. Y es que estamos ante un discípulo, un seguidor… -cada cual aplique el término que prefiera- del genio de San Fernando. Y eso se nota también en su nuevo disco, para bien y para mal. En gustos va.
Este disco se titula “Barrio alto” (haciendo un homenaje a sus orígenes en el sevillano pueblo de San Juan de Aznalfarache) y cuenta con la mano productora de Diego Amador (pianista flamenco, compositor sevillano, hermano de los Pata Negra, etc.). Buena mano la de Diego Amador, que ha tenido el inmenso acierto –entre otros- de dar un papel destacado en el disco al joven guitarrista Diego del Morao (que ya tiene un justificado nombre propio, a pesar de ser hijo de Moraito chico).
Seis palos festeros en un disco que cuenta con nueve piezas, en donde el “eco” de Camarón está presente desde la rumba versioneada del propio Camarón, que lo abre, hasta los tanguillos que lo cierran, pretendiendo seguir la recordada senda de adaptar a Federico García Lorca en “La Leyenda del Tiempo”.
Hablaba antes de la influencia de Camarón para bien y para mal. Para bien porque es una voz y un artista en el que mirarse: ahí queda para la historia del flamenco, sin el menor resquicio de duda. Es, por tanto, un camino desde el que se puede aprender, disfrutar y, lo más importante, seguir andando. Para mal, porque, con Camarón, se tiende demasiado a imitarlo más que a asimilarlo (reconociendo que asimilarlo es, creativamente, una labor de titanes), y eso puede llegar a suponer una limitación.
El timbre de Camarón es similar al de José Mercé: sus músicas y entonaciones no (siendo ambas muy diferentes y muy válidas). He ahí la clave que marca la diferencia, y en “Barrio alto” se me hacen demasiado presentes, literalmente, los modos y maneras de Camarón a lo largo del trabajo de Potito. Potito tiene unas tesituras que son las suyas, obviamente (las que la naturaleza nos concede a cada uno), pero con ellas juega –en exceso para mi gusto- a seguir, paso a paso, la senda del gaditano. Excepción hecha de las personales aceleraciones del cante en algunas coplas (normalmente bulerías) que nos avisan de que Potito –admiraciones camaroneras al margen- está ahí.
De otra parte, la utilización recursiva de coplas que hacen apología de ser gitano (la reivindicación de ser “gitano cien por cien” de “ser muy canastero”, etc.) sobrepasa mi personal umbral de credibilidad. Saber que quien canta “mira si yo soy gitano, que a la vera de los ríos, haciendo canastos gano” tiene actualmente treinta años le resta credibilidad a la copla. Reconozco que es una apreciación circunstancial y muy personal, y que también puede formar parte de una corriente lírico-flamenca largamente enraizada con la antropología gitana, pero uno, particularmente, preferiría esa reivindicaciones actualizadas, más allá del enquiste canastero, y de la romántica visión dieciochesca de los gitanos españoles.
Los seguidores y los aficionados al cante de Camarón (que es una modalidad muy concreta, y real, de aficionados al flamenco) se van a encontrar con un disco que no les defraudará: lo van a disfrutar, sin duda. Para los que le pedimos a un cantaor con las grandes facultades, y el bello timbre, de Potito que vaya más allá, que se crezca como artista (además de como ejecutante, que ya lo es) nos quedaremos con el regusto de que seguimos esperando otra vuelta de tuerca. Nada de esto va a misa, por supuesto; Va, en concreto, a los oídos de cada quien que escuchemos este “Barrio Alto”. Un muy buen cantaor, Potito, al que le pido toda la fuerza y verdad del disco “En un ratito”, por ejemplo, trasladada a un disco con nombre propio, con su nombre.
Debo, por último, destacar la guitarra de Diego del Morao, que brilla con luz propia sin, en ningún momento, eclipsar al cantaor. Y esto es un doble y altísimo mérito entre los actuales guitarristas que tienen mucho que decir (como es este caso): decirlo pero sin pisarle el terreno, y el protagonismo, al cantaor. Un magnífico guitarrista que, además de ser creativo, acompaña estupendamente bien al cante.
Fuente: rosa_canelita a través de Musica.com