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ANÁLISIS | SIGNIFICADO

Hace más de cuarenta años, en un pequeño pueblo en Georgia, una joven de apellido Musik conoció a ese chico Jackson. Se casaron jóvenes, sin un centavo, pero con la firme convicción de que el amor jurado debe perdurar siempre. En la tierra que su padre le dio, construyeron los cimientos de un amor eterno, una unión lo suficientemente fuerte para resistir el paso del tiempo.

El hogar que crearon surgió de un cobertizo que el abuelo rodó sobre troncos. Levantaron paredes a su alrededor y convirtieron esa modesta estructura en un hogar. Nos enseñaron sobre la buena vida, nos inculcaron valores de lo que está bien y lo que está mal. Jamás habrá otro lugar en este mundo al que llamaré hogar.

Mi madre crió a cinco hijos, cuatro niñas y luego yo. Encontró fuerza en la fe en Dios y en el amor por su familia. Su vida social se reducía al hogar, salvo por el tiempo que dedicaba a un trabajo ocasional para pagar facturas. Mi padre se esforzaba reparando automóviles, no ganaba mucho dinero, pero nos daba todo lo que podía. Aunque nunca tuvo reconocimiento público, hacía lo mejor que podía. Y la gente venía de lejos para que él revisara bajo el capó de sus autos.

Nuestro hogar, que surgió de un cobertizo sobre troncos, se convirtió en el lugar donde aprendimos sobre la vida, sobre valores y sobre el amor incondicional. Jamás habrá otro lugar en este mundo al que llamaré hogar. Nunca habrá otro lugar en este mundo que llamaré hogar.