ANÁLISIS | SIGNIFICADO
En un camión de pasajeros rumbo a Sonora, me encontré cansado y soñoliento cuando apareció una señora con unos ojazos negros realmente encantadores. Resultó ser de Nogales, de camino a Magdalena para visitar a sus padres. Desde Obregón a Hermosillo charlamos de manera muy agradable, y me dijo que le gustaba para amigo. En Santa Ana, se animó un poco más y nos dimos un besito.
En medio del viaje, nos lanzamos otro beso en la boca con la emoción de lo prohibido. Da igual si estábamos en Caborca, Agua Prieta o Cananea; mi destino era Magdalena, pero ahora voy hacia donde sea. En Santa Ana y Guatabampo ella fue tratada muy mal, pero si no me hubiera querido tanto, ¿por qué me abrazaba de esa forma?
Quizás algún santo nos unió en el camino para que yo la encontrara. Aunque pasamos por lugares como Guaymas y Puerto Peñasco, no piensen que me olvidé de ella, pues durmió entre mis brazos en San Luis Río Colorado. Y al cantarle a sus ojos negros, también le canto a su hermoso estado de Sonora.